Cortes y recortes me recortan el poder tan bonito y rimbombante como adquisitivo él. Me dejan sin la merienda, sin poder comprar el té, sin salida los domingos y con el “porsche” en el taller. Ya no puedo verte niña en la “pisci” de papá, no puedo comprar el vino y de lo otro ni hablar. No me dejes ya tirado sin un duro en el portal que comprarte los “manolos” me ha dejado tiritando y sin el viaje a Vietnam. Y es que yo, no soy nadie sin dinero, con seis mil al mes no puedo ni mandar cantar al ciego de las fiestas de papá. Deme algo, señorita, o me voy a suicidar. Sin dinero estoy canino como el famoso pollino de las tierras de Morón. Quietos esperen un momento que sin plumas y espolones habitaba un gallo hambriento que por allí aterrizó. No sé el pero yo.
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