De una simiente el tiempo se desdice y arranca de su cuerpo el fruto sano, dejando el corazón en suelo vano y la esperanza flotando sobre el viento ajeno. El todo de la nada es invisible, la nada no es el todo de ninguno, el mundo es el vacío de mi vida, y mi vida se encuentra en el vacío de mi sino. No hay nada ni nadie que recite versos que hieren la razón que abruma, despojada de llantos, que no esperan miedos ni mentiras, si no claridad saciada, al final calmada con lo poco que el mañana le adeuda. El verbo no es el hombre, la palabra no es el verso, la verdad no encuentra la rima y la rima no asegura poema alguno, más bien lo banaliza y destruye, lo hace vil y sirviente, canto que no consuma, que se deja la piel en el intento, vano y fútil, extravío, receso imposible, y al fin rumor intenso o brutal desvarío de uno mismo en pos de un nirvana que no existe. A qué darle vueltas a lo mismo, por qué apagar la llama que se acaba, dejarla extinguir por que en su humo, se irá parte de aquello que me amarga, que me tiene encendido y apagado, resuelto en poco más que una alegría, tediosa y un poco relegada, ambigua, aburrida y consentida. Por eso espero que cuando la simiente al fin germine, alta, acabada, formada, impenetrable, afligida, bonita, sosegada, amiga, hija, madre tutelada y, en fin, misterio que en mí por siempre habita, se lleve con un canto de armonía la nota que suene disonante, y arregle con belleza sostenida la vida que ha de ir de aquí adelante. Siento el vuelo de un pájaro cansino y vacilante, mitad dios u hombre, cuerpo o destino que cae sobre tus hombros para amarte, sentirte, retenerte, abrazarte, adorarte, darte amor, aquel que algún día te negó y que hoy te ofrece, porque amor, cariño y armonía son regalos que arañan a la vida lo poco que puede esta darme, si es que algo aún merecía. Enredado en ti, amor que encuentro, abrazado a tu pelo, besado por tus labios, amarrado a tus senos, cogido por tus manos, amado, querido, deseado, reído, llorado, me hallo en medio de una nada que llena de vacíos el silencio que acalla tu voz inmaculada con un reguero tierno de te quieros, con un camino de “amor como te espero” y un mañana trufado de recuerdos. Ay amor, amor del alma, amor que vive y que clama, amor entero, no sé como decirte que te adoro, no sé como decirte que te anhelo. Quizá sea mejor hablar despacio mi amor, mi vida, mi sueño, te respeto, te amo y te añoro. Amor, dentro de mi alma te echo de menos en secreto y guardo tu belleza entre mis dedos. Y cada día, cada instante de uno en uno y uno a uno recostado en el regazo de tu cuerpo te miro y poco a poco al fin me atrevo a nombrarte y decirte te quiero.
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